HAY UN CAMINO A LA DERECHA

Focus: Política
Fecha: 26/01/2024

Con este sugerente título y en los años de plomo del franquismo (1952) se estrenó una película casposa con pretensiones moralizantes. No es de extrañar que el líder de Vox (Santiago Abascal) haya publicado hace poco un libro bajo el mismo enunciado, en el que presenta su programa político. Y aunque la derecha de uno y de otro en sus relatos puntuales puedan tener sus propias peculiaridades, es cierto que la coincidencia apunta un trasfondo ideológico de gran calado: la derechización de la sociedad, en el sentido genuino del término.

Si aceptamos las categorías de Norberto Bobbio, la derecha pondría el acento en la libertad y la izquierda en la igualdad. Pero si damos un paso más, vemos que la derecha enfatiza la libertad de mercado por encima de las otras libertades y la transforma en el Santo Grial, mientras que la izquierda habla más de solidaridad que de igualdad, y además se apropia, solo  cuando le conviene, de las libertades abandonadas por la derecha (de opinión, de asociación, etc.). Claro que ésta sería una lectura superficial – que es la que hacen los medios de comunicación -  lectura que esconde la realidad más peligrosa, que es el desplazamiento de todas las opciones políticas hacia la derecha más reaccionaria, más intolerante y más antidemocrática.

Dejémonos de etiquetas. En la sociedad occidental resulta muy difícil encontrar en la actualidad gobernantes que tengan el progreso de la sociedad en su conjunto como guía para la acción. No hay respeto por la ciudadanía y por sus derechos esenciales. Prácticamente todos los políticos profesionales se mueven por intereses, por intereses de grupos específicos con los que pactan el día a día de la cosa pública. Sus interlocutores pueden ser fondos de inversión, grandes empresas de obra pública, multinacionales, oligopolios privados, funcionarios de la Administración, élites sindicales, la “sacrosanta” corporación judicial, lobbies y cuerpos militares, etc. Por eso la mejora real (eso que llaman calidad de vida y que no se circunscribe a la renta) queda en manos de unos pocos privilegiados.

Al pueblo lo entretienen con la televisión, incluidos los programas basura llamados expresamente de “entretenimiento”, entrevistas en las que el entrevistador trata de suplantar al entrevistado, variopintos magazines para crear falsos debates y bloques de música en directo de grupos apenas conocidos, para llenar espacios. Y por si esto no fuera suficiente, cuentan con el planeta fútbol, que tiene vida propia y que se cuela por todos los resquicios del espacio tecno-electrónico.

Por proximidad, veamos que ocurre aquí. Mejor o peor acicalada, la basura televisiva se extiende en el Estado español por doquier, llámese “Salvados”, “El Hormiguero”, “Espejo Público”, “Al Rojo Vivo”, “TardeAR”, “Así es la vida”, “El chiringuito de jugones”, “Col·lapse” y lo que usted quiera añadir. Y los padres de las criaturas, bien conectados con el Sistema, se felicitan unos a otros por el éxito de sus vergonzosas prestaciones. La lista es extensa, pero podemos destacar entre ellos a los Évole, García Ferreras, Motos, Quintana, Griso, Fuentes, Ustrell y sus amigos y asociados. Lo más grave es que el pueblo, medio amordazado, aplaude sus ocurrencias. Tengamos siempre presente el opúsculo de Étienne de la Boétie (el amigo de Montaigne) donde describía las motivaciones de “la servidumbre voluntaria”.

Porque detrás de este entretenimiento programado hay un telón de fondo reaccionario, que en un proceso malayo de gota a gota va cimentando una opinión pública escorada a la derecha, en la que los valores anti-democráticos resultan dominantes. Manipuladores y manipulados acaban compartiendo el mismo ideario. Y no es que España sea una excepción, aunque hemos de reconocer que va en el pelotón de cabeza.

Con este panorama llama la atención que algunos de los medios convencionales expresen su alarma (¡qué viene la derecha!) ante el cúmulo de elecciones programadas para este año 2024, no sólo en países sino en macro-organizaciones políticas como la Unión Europea. Y llama la atención porque esta misma institución nació desde una plataforma de derechas conservadoras, en las que el reformismo que dio salida al “Estado del Bienestar” vino determinado por el alimentado miedo a la competencia ideológica del comunismo soviético, después de la II Guerra Mundial. Tras la caída de la utopía del socialismo real (1989), todo volvió a sus orígenes y el mundo se “derechizó” todavía más.

Y si echamos un vistazo a los encargados hoy de gestionar la cosa pública en Europa (porque son unos simples empleados – uns masovers como dicen en Catalunya - aunque ellos alardeen de lo contrario), nos encontramos con gente como Ursula Von der Leyen, Olaf Scholz, Pedro Sánchez, Rishi Sunak, Giorgia Meloni, Donald Tusk y Emmanuel Macron, por referirnos a los representantes de los países de mayor peso político. Todos están a la derecha, aunque algunos cuenten lo contrario. Tomemos como ejemplo a la poderosa Presidenta de la Comisión Europea Ursula Von der Leyen.

Ursula Von der Leyen es una súper madre (siete hijos), hecho que en Alemania tiene especial relevancia y que ella ha utilizado a su favor. Fue protegida por Angela Merkel (lo que resulta paradójico vistos sus distantes orígenes), hasta el extremo de que la colocó al frente de varios ministerios (Familia y Trabajo en la primera etapa), a pesar de su escasa experiencia política. De hecho estudió medicina y posteriormente vivió durante varios años en Estados Unidos con su familia. Entró en política mucho más tarde de lo habitual, aunque tenía buen pedigrí, ya que su padre había sido alto funcionario de la CECA y de la inicial Comunidad Económica Europea, y posteriormente ministro presidente de la Baja Sajonia durante catorce años. Además la familia goza desde hace quinientos años de la categoría noble de “Hübsche Familien”, que en Hannover daba acceso a la Corte como representantes de la primitiva burguesía. Será por eso que en su árbol genealógico se pueden encontrar antecedentes nazis de alto rango y traficantes británicos de esclavos. Todo muy moralizante.

Pero esta carrera ascendente, gracias a sus poderosas conexiones, su talante aristocrático y el manejo fácil de los medios de información, se quebró como ministra de Defensa (2013-2019). Allí fue donde su probada inexperiencia hizo aflorar su incompetencia y la pésima gestión de grandes recursos (un presupuesto de Defensa de 50.000 millones de euros), hasta acabar con un sonado escándalo económico nunca aclarado, por una supuesta corrupción en el pago de centenares de millones de dólares a consultores externos.

Este significado pasivo no le impidió ser elegida Presidenta de la Comisión Europea para sustituir a Jean Claude Juncker (2014 - 2019), otro personaje de más que dudosa trayectoria. Y es que las viejas familias europeas ligadas al poder desde siglos atrás tienen todavía mucho peso. Buena muestra de ello fue que Emmanuel Macron, un “normalien” inteligente y ambicioso perteneciente a la clase media, que había llegado a ser socio de la Banca Rothschild y que era entonces Presidente de Francia, la propuso personalmente para el cargo, dando como una de las razones de su sugerencia el “perfecto francés” de la ciudadana alemana y su cultura “profundamente europea”, curiosas razones más propias del imperio austro-húngaro de primeros del siglo XX que de una Europa que presume de moderna, imperio por cierto donde “tocar el piano” era un signo de distinción entre las mujeres de las élites dirigentes. No todo el mundo pensaba así, pues el alemán Martin Schulz, antiguo presidente del Parlamento Europeo, declaró cínicamente al conocer su nombramiento: “Von der Leyen es nuestro peor ministro. Aparentemente esto es suficiente para ser Presidenta de la Comisión Europea”. Pero la cosa estaba pactada y cerrada, y nadie se inmutó.

Estemos pues tranquilos. La derecha no viene; está instalada desde hace siglos y cubre todo el espectro. De tanto en tanto hace un lifting tecnológico y poca cosa más. Continúa siendo  retrógrada, autoritaria, conservadora, fundamentalista, antidemocrática y populista. Se ponga el vestido que se ponga. Y esto se manifiesta a nivel local, nacional e internacional en términos geográficos, y a nivel ejecutivo, legislativo y judicial en términos políticos. En cuanto al antiguamente llamado “cuarto poder”, mantiene su silencio cómplice. Se limitan a ejercer de “palanganeros” en una casa sin “madame”.

 

 

 

Alf Duran Corner

 

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