UNA DE GUAPOS

Focus: Política
Fecha: 31/03/2016

El señor Félix de Azúa, cuando era joven, cuando todos éramos jóvenes, era un chico bien parecido, que tenía bastante éxito entre las mujeres progres de nuestra generación, aquellas que hacían a la vez de madres y amantes de sus parejas masculinas, a los que protegían bajo sus faldas cuando venía tormenta.

Ahora, asentado ya en Madrid, con el sello inextinguible de la “izquierda caviar”, ha ingresado en la Real Academia Española (en un ceremonial propio de una película de terror de la serie B, sólo superado por las reuniones de la alta magistratura del Estado), y ha sido acogido por su padrino en estas lides, el conocido “ultraliberal” señor Vargas Llosa. En sus primeras declaraciones públicas ha manifestado que “la educación en Catalunya consiste en enseñar odio a España y a todo aquello español”, porque “la enseñanza está en manos de talibanes”.

No es de extrañar que el señor Félix de Azúa diga estas sandeces (la edad no es eximente), pues ya demostró su desviada capacidad argumental hace muchos años, cuando vivía en Catalunya en calidad de funcionario universitario.

Los que tenemos memoria (“olvido pero no perdono”) recordamos el texto del denominado (con cierta desvergüenza) “Manifiesto de los 2300” (25 de enero de 1981), que empezaba así: “Los abajo firmantes, intelectuales y profesionales...

En este “manifiesto” se decían cosas como éstas:

 

Podríamos refutar éstas y otras alegaciones de los “intelectuales y profesionales” (entre los que se encontraban, además del señor de Azúa, tipos de la pobre catadura moral del señor Amando de Miguel o del señor Federico Jiménez Losantos), pero hemos preferido dejar la respuesta en manos de nuestro querido y añorado Jaime Gil de Biedma, uno de los mejores poetas en lengua castellana del siglo XX, que además era un hombre de empresa y no se alimentaba, como muchos de los firmantes del “manifiesto”,  del pesebre público.

Jaime Gil de Biedma publicó un artículo en “La Vanguardia” el 27 de marzo de 1981, con el sabroso título “Un manifiesto surrealista”. Allí decía:

 

Han pasado treinta y cinco años, pero podría ser ayer. Un episodio más para aquellos que todavía dudan sobre la legitimidad de una desconexión definitiva respecto a un Estado, que tan bien representaban –y representan–  los “intelectuales y profesionales” del Régimen.

Alf Duran Corner

 

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