LA EMPRESA Y LA INDEPENDENCIA

Focus: Economía
Fecha: 27/07/2017

Resulta sobremanera agotador tener que soportar las continuas llamadas a la “prudencia” que el establishment empresarial pone en circulación para desaconsejar la independencia de Catalunya y los riesgos que este escenario supondría para las empresas.

Toda mi vida me he dedicado a dirigir empresas (industriales, comerciales y de servicios), propias y ajenas, con socios individuales, fondos de inversión, empresas de capital riesgo y otras variantes. He ganado y he perdido, he cobrado bonos, he ejercido stock options”, he comprado y he vendido, he fusionado y he absorbido. Durante catorce años he dado clases de administración de empresas en escuelas de negocios, tratando de incorporar mi experiencia de gestión a mi formación académica, tanto para estudiantes de grado como para ejecutivos y ejecutivas en puestos de dirección.

Si hago esta declaración de principios no es más que para dejar claro que no hablo de oídas, que no ejerzo de tertuliano, que sé perfectamente cuál es el núcleo central del tema: la empresa y su gestión.

Tampoco exagero cuando hablo de la supuesta tormenta que anuncian los oráculos sobre Catalunya, sus empresas y sus ciudadanos, si la voluntad de estos últimos determina una secesión del Estado Español. Un caso paradigmático es que el digital https://elcomunista.net  (cuyo posicionamiento político es evidente) se haga eco de un estudio de Deloitte (cuya especialización es la auditoría y la consultoría, y no los sondeos), que apareció primero publicado en el periódico “El País”, según el cual “los empresarios españoles, (están) preocupados por la secesión catalana”. Luego, si pasas del titular al contenido, ves que esta preocupación afecta al 74% de los ejecutivos españoles encuestados y sólo al 43% de los catalanes. Ni Deloitte, ni “El País” son fuentes independientes y de fiar. La primera, en su calidad de multinacional, porque sólo actúa frente a los hechos consumados (es una empresa de servicios cuyos clientes son empresas españolas). El segundo, porque a diario vomita su enconado odio hacia el derecho a la autodeterminación de una nación sin Estado, que sólo pretende recuperar su soberanía y gestionar sus recursos, sin someterse a la voluntad ajena de un gobierno que se queda una buena parte del valor generado en Catalunya, que no invierte en obra pública lo que a ésta le corresponde (lo que llamaría la atención a cualquier observador económico por su no racionalidad) y que actúa con una cultura de “funcionario”, cultura que está en las antípodas de la cultura catalana, donde el trabajo bien hecho, el esfuerzo y la innovación son motores básicos.

Pero, ¿de qué estamos hablando? ¿De empresarios, de ejecutivos, de emprendedores o de empresas? Porque las confusiones parecen inevitables, aunque un mínimo esfuerzo analítico ayuda a descifrarlas. Un empresario es aquel ciudadano o ciudadana que es el motor de una empresa privada en la que ha arriesgado una parte de sus ahorros. Un ejecutivo (nos referimos al primer ejecutivo en la jerarquía del poder) es quien dirige una empresa privada, sin tener necesariamente intereses en la propiedad. Un emprendedor es un empresario en su fase iniciática, que desarrolla un proyecto (que él considera innovador). Una empresa (siempre me refiero a una empresa privada) es un proyecto económico con objetivos definidos. Un empresario, un ejecutivo, un emprendedor puede tener una ideología, unas creencias, unos valores. Una empresa no.

Una empresa es un proceso de ajuste a un entorno cambiante que trata de maximizar el interés de los stakeholders (los que sostienen la acción) y no sólo de los shareholders (los propietarios de la acción). Y, ¿quiénes son los stakeholders? Pues, en este orden, los clientes, los accionistas, los empleados, los proveedores y la sociedad en su conjunto. Las empresas que prosperan en el tiempo son aquellas que cumplen esta regla no escrita. Que la fuerza dominante del capitalismo financiero haya puesto el acento en el cortoplacismo, en la especulación, en el outsourcing  y en su obsesión por los costes (sobre todo los de personal), no significa que debamos olvidar que una empresa es siempre un proyecto a largo plazo.

Y para aquellos que quieran comprobar esta realidad empírica y chequear su estado de forma como managers, pueden documentarse y mejorar sus capacidades, dedicando un tiempo a la lectura de algunos clásicos: “Built to Last”. Bill Collins y Jerry I.Porras, The Essential Drucker. Peter F.Drucker, Competitive Advantage. Michael E.Porter, Good to Great. Jim Collins, My Years with General Motors. Alfred Sloan Jr., Toyota Production System. Taiichi Ono, In Search of Excellence. Thomas J.Peters y Robert H.Waterman Jr.

La clave de una empresa está en su proceso de ajuste a un entorno cambiante. Los entornos estáticos son entornos muertos, en los que los únicos entes que prosperan (no me gusta denominarlos empresas) son los extractores de rentas, figura que se da bastante en el Estado Español. Y, ¿quiénes son esos extractores? Muy sencillo, los que operan en régimen de monopolio u oligopolio, están vinculados al poder, practican el modelo de “puertas giratorias” entre sus altos directivos, gozan de todo tipo de subvenciones, son rescatados cuando fracasan (Moral hazard), controlan los órganos institucionales del mundo empresarial (patronales, cámaras, etc.) y dependen en su operativa de lo que se publica en el Boletín Oficial del Estado.

Hoy día el mercado es el mundo. Las barreras, no sólo las arancelarias, van cayendo. Hace cincuenta años, el sector industrial catalán estaba volcado en el mercado español (incluida Catalunya). En la actualidad, el principal mercado para los productos industriales catalanes es lo que antes llamábamos “extranjero”. El mercado doméstico (Catalunya) y España están a la par, pero no son prioritarios. Es cierto que cada empresa es un mundo. Hay empresas que han sabido adaptarse a los nuevos tiempos y otras que no. Pero pretender bloquear los procesos de cambio es una muestra más de ineptitud y de contagio de valores no empresariales.

La independencia de Catalunya es una decisión de los catalanes y sólo de los catalanes. Es una decisión política, no económica. Las empresas son meras espectadoras que tienen la obligación de trabajar con todo tipo de escenarios. Mejor que lo hagan así. Ser competitivo es fundamentalmente esto.

La independencia de Catalunya es posible. Olvídense de los manifiestos interesados si no quieren llegar tarde a la cita.

 

 

 

Nota: Recomiendo especialmente la lectura del documentado informe sobre “Les infraestructures a Catalunya”, preparado por Josep Pérez Franco y Antoni Almirall.

http://www.alfdurancorner.com/uploads/Les-infraestructures-a-Catalunya.pptx

Alf Duran Corner

 

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